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COMÓ SABER CUANTO CRECERÍA UN NIÑO

El desfase entre la edad ósea y la cronológica afecta a 1 de cada 14 niños. Y el 10% no recupera espontáneamente en el tiempo la talla normal. Claves del diagnóstico y tratamiento.

Jurídico BERNABE

El crecimiento infantil suele ser un punto de atención frecuente en las familias durante la crianza, y en ese tránsito puede surgir el interrogante que a veces viene acompañado de incertidumbre: “¿Mi hijo mide lo que debería para su edad?”. Una serie de indicios permite aproximarse a la respuesta.

Hay niños cuya edad cronológica difiere de su edad ósea. Eso puede determinar dos escenarios posibles: que su altura esté por debajo de lo normal para su edad o, lo contrario, que esté por encima de los valores de referencia.

Inés Castellano, presidenta de la Asociación Civil Creciendo, trabaja con familias cuyos hijos padecen problemas de talla. En diálogo con Clarín, explica cómo se llega al diagnóstico por un potencial trastorno y cuál es el camino posible en caso de que se confirme.

“La altura no es un dato aislado. Está vinculada a sus tallas anteriores -lo que permite ver la progresión en el tiempo- y con la altura familiar”, explica la especialista y advierte sobre la importancia de visitar al pediatra sobre todo antes de los 3 años, para supervisar regularmente el crecimiento.

En vísperas del Día Internacional de la Concientización sobre el Crecimiento Infantil, que se celebra este martes, desde la asociación aportan algunos datos para dimensionar el trastorno: es una condición que en Argentina afecta al 7,3% de los niños, lo que representa una proporción de 1 cada 14.

El 10 por ciento no recupera espontáneamente la talla y debe ser controlado por un endocrinólogo infantil para evaluar la causa y decidir el tratamiento. Al 90 por ciento restante se le debe hacer un seguimiento porque pueden presentar complicaciones a futuro.

Existen signos de alerta: “Es importante consultar al médico si el niño o niña gasta la ropa antes de que le quede pequeña, si es mucho más bajo o baja que los otros chicos o chicas de su edad, si lo confunden con un niño de menor edad, si es más bajo que sus hermanos más chicos o si pasa el tiempo y el ruedo del pantalón no cambia”, indica Castellano.

No todos los chicos de la misma edad miden lo mismo, pero hay diferencias que escapan a los parámetros normales y tablas de referencia. Los endocrinólogos infantiles pueden determinar esta variación con exactitud. Los expertos señalan que el diagnóstico no se hace en una sola consulta, sino durante meses, como mínimo seis.

Diagnóstico

Luego se indican estudios de laboratorio y una radiografía de mano. La edad ósea es un estudio que ayuda a calcular la madurez del sistema esquelético de los chicos. “La radiografía es de la muñeca y dedos de la mano izquierda. Los huesos se comparan con un atlas de imágenes de radiografías de niños de determinada edad y sexo, para ubicar qué edad ósea tiene ese niño”, explica Castellano.

La especialista cuenta que “los huesos de la mano en los niños tienen zonas de crecimiento, que son los cartílagos de crecimiento, que en las placas se ven de otro color. A medida que los chicos crecen esas zonas van cambiando de apariencia, se hacen más delgadas, hasta que finalmente desaparecen. Ahí es cuando se dice que se cerraron los cartílagos de crecimiento y que ese niño no va a seguir creciendo”.

Ese dato es importante porque no siempre la edad cronológica coincide con la edad ósea: “Que haya una diferencia podría indicar algún problema. Los padres a veces se alarman cuando la edad ósea les da inferior a la edad del niño, y en realidad es algo positivo porque implica que tiene más posibilidades de crecer. El endocrinólogo infantil  puede predecir cuánto tiempo va a crecer el niño y cuál será su altura definitiva”, agrega Castellano.

Se calcula que las chicas cierran los cartílagos de crecimiento entre los 13 y 15 años, mientras que los varones lo hacen entre los 15 y 17. “Pero varía según cada chico, no todos son iguales. La baja talla en sí no es una enfermedad: es un síntoma; es una manifestación externa, visible, que está indicando algo interno”, aclara la presidenta de Creciendo.

Y da algunos valores de referencia divididos en tres etapas: “En la primera infancia, entre el nacimiento y los 2 años, deberían crecer 25 centímetros el primer año y de 10 a 12 centímetros el secundo. La segunda infancia va de los 3 a 11 años en niñas y 12 en los niños. En este periodo esperamos que crezcan de 5 a 9 centímetros por año. En la pubertad pegan el 'estirón' y crecen entre 23 y 30 centímetros”.

¿Hay una edad en particular en que las alteraciones de la talla suelan manifestarse con mayor frecuencia? “No, la talla puede alterarse en cualquier momento y por diversos factores. O puede estar asociada a alguna patología de base”, asegura Castellano.

Sobre ese punto añade: “Suele suceder que la alteración en la talla lleve a encontrar el diagnóstico, lo que permite atender la talla con tratamiento -si corresponde y está indicado- y atender las otras comorbilidades que pueden estar asociadas: temas renales, cardiológicos, endocrinológicos, entre otros”.

Tratamiento

Algunos trastornos del crecimiento, detectados a tiempo, pueden ser tratados mediante la terapia de reemplazo de la hormona de crecimiento recombinante humana, que les permitirá a los niños alcanzar una talla cercana a la que hubiesen tenido de no haber presentado la causa que desencadenó el trastorno.

“La medicación puede indicarse a partir de los 4 años, hasta el final de la adolescencia, cuando se alcanza determinada maduración del esqueleto. Consiste en la administración diaria durante varios años de un medicamento inyectable”, explicó la experta. Está prevista una cobertura del 100 por ciento por el Plan Médico Obligatorio (PMO).

Según la evidencia disponible, con el tratamiento hormonal la ganancia de talla adulta en mujeres suele ser de unos 8 centímetros y en varones, entre 9 y 10 centímetros. Y dado que la ventana de tiempo para la administración del tratamiento es acotada, los médicos insisten en que es fundamental que el mismo se inicie lo antes posible.

El crecimiento de los niños puede verse afectado por varias causas. Según detalló Castellano, las más frecuentes son: retraso o restricción del crecimiento intrauterino, desnutrición, infecciones recurrentes, enfermedades crónicas, trastornos endocrinológicos (como deficiencia de hormona de crecimiento) y trastornos genéticos.

Existen métodos de diagnóstico, como el ecodoppler y o la ecografía, para identificar esta afección antes del nacimiento, aunque en muchos casos no se accede por falta de recursos o seguimiento médico durante el embarazo. Esta condición puede darse tanto por una enfermedad genética del bebé o por causas ambientales, por hipertensión materna, infecciones congénitas o un déficit de la placenta.

Maduración precoz

¿Qué sucede cuándo el problema es a la inversa, es decir, si el chico crece más de lo normal? Castellano explica: “En esos casos se vincula a una mayor producción de la hormona de crecimiento, asociada al gigantismo. En la asociación no abordamos este problema, pero sabemos que en los últimos años aumentó mucho a causa de la pubertad precoz”.

La experta añade que “se da más en nenas que en varones, que comienzan a desarrollarse sexualmente antes de tiempo y esto hace que peguen un estirón previo a la edad que deberían tenerlo. En estos casos también pueden recibir tratamiento para que eso que les está pasando no llegue a afectar su edad ósea final”.

Expertos del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona realizaron en 2019 el mayor estudio de crecimiento, sobre 1.453 personas (734 chicas y 710 chicos), desde los 4 años hasta los 18. Recopilaron datos de talla, velocidad de crecimiento, peso e índice de masa corporal.

La principal conclusión fue que hay cinco patrones de crecimiento, determinados por el momento de inicio de la pubertad. En las chicas, si la edad de maduración se da a los 8 años se la considera muy temprana; a los 9, temprana; a los 10, intermedia; a los 11, tardía; y a los 12, muy tardía. En los chicos es la misma clasificación, entre los 10 y los 14 años.

El estudio barcelonés mostró que, como media, los participantes de los cinco grupos llegaron a los 18 años con alrededor de 167,7 centímetros en el caso de las chicas, y de 178 centímetros en el de los chicos.

Antonio Carrascosa, líder del trabajo, dice que el hecho de que los pediatras usen un único patrón de crecimiento (el intermedio) como comparador normal genera “errores diagnósticos y sufrimiento. Por ejemplo, administrar fármacos para frenar la progresión de la pubertad en maduradores tempranos, cuando no es necesario”.

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