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RESPIRAR TEATRO

La pandemia puso en vilo a todo un mundo y su manera “normal” de vivir, cambio las estructuras de intercambio social evidenciando que no estamos solos y descubrimos en esa circunstancia  que somos finitos, tanto que  polarizo el pensamiento humano en dos; quizás en tres maneras de concebir esta nueva normalidad: los que aceptan la vacuna; los que no y los que les resulta lo mismo ambas postura “hay que vivir”…

Cultura - Teatro GUILLERMO ENRIQUE CASTRO - ACTOR

     

No era un virus más, similar a una gripe o un resfrío; era un “bichito” capaz de saturar  un sistema sanitario por más preparado que fuese.  Un ser que atacaba los pulmones haciéndolos disminuir su capacidad respiratoria hasta llegar al colapso  creando un clima tan adverso que obligaba a una respiración mecánica, y un coma inducido que podría terminar con la muerte o no. Luego se establecieron medidas para paliar una situación que podría llegar al caos y ciertos protocolos que social y económicamente fustigaron la vida hasta entonces conocida. Cuando se supo más sobre este virus se alentaron otras normas y la pandemia se flexibilizo estableciendo un entorno más grácil, aunque las consecuencias continúan…  la sociedad comenzaba a respirar…

       Lo expuesto sucintamente  aquí es el marco contemporáneo que vivimos… y allí la practica  teatral quedaba relegada a ser una suerte de  práctica peligrosa si no se establecían  ciertos  protocolos que permitan subsistir en el camino de una nueva “normalidad”…

      La incertidumbre, el silencio, y las faltas de propuestas gubernamentales ante lo desconocido ponían en jaque a las distintas formas de expresión cultural y  las normas más cabales de concebir el arte, todas causadas  por un microscópico ser: un virus. Un elemento que para reproducirse necesita tomar otro elemento e  invadir su intimidad celular y   generar otro espécimen igual al primero pero con algunas modificaciones o no.  La pandemia poco a poco quitaba el motor con el cual muchos teatreros ejercían su oficio sometiéndolos a la ignomiosa tarea de sobrevivir, de buscar nuevas maneras o tareas de mostrar ese arte que corre por las venas  y que para muchos es su apuesta de vida, oficio  y hasta motor económico… respirar se hacía difícil…

      La otra vez leía un artículo de Nicolas Evreinov “El teatro en la vida”(1956) donde se preguntaba cuáles son las bases psicológicas de ese amor por el teatro y  los sentimientos que la fundamentan, en esa búsqueda expresa como los historiadores coinciden que surgió de las ceremonias religiosas, y estas de  alguna  manera tienen relación con las tendencias coreográficas del hombre primitivo que se funden con la aspiración general del alma humana hacia las formas estéticas, las imágenes, etc... Además, reitera,    el hombre posee un instinto de inagotable vitalidad así como un  “instinto de transfiguración”, es decir el instinto de oponer a las imágenes recibidas desde afuera a  las imágenes arbitrarias creadas desde adentro; el “instinto de transmutar”  las apariencias ofrecidas por la naturaleza en algo distinto. En resumen,  un instinto cuya esencia se revela en lo que  llama teatralidad. (Evreinov,37). Si continuamos indagando sobre su lectura llegamos al siguiente planteo ontológico: ¿qué es el teatro?  ¿Cómo está en el mundo?, ¿qué es lo que existe como teatro?  Nos topamos ante una ontología de objetos específicos (parafraseando a Jorge Dubatt)  y de una filosofía específica que implica no sólo una refundación de los estudios teatrales sino, además, una relectura de la historia del teatro concerniente ontológicamente al conjunto de lo que existe.   Sin embargo no es  ello  lo que pretendo exponer sino  sobre que sentimientos fundamentan ese amor, esa respiración que nos unifica en lo teatral y como ese amor se resignifica ante cada situación social, sea pandémica, catástrofe natural, decadencia económica, etc... No obstante en ese planteo ontológico también nos conduce  de lleno  a una lectura respecto a esa metáfora  del  respirar teatro  y, es allí donde,  creo,  que una relectura histórica podría ser el inicio para hablar de teatro pero no el histórico o clásico,  aunque se perfectamente  que mucho se ha conversado, refiero a  ese teatro que  es el nuestro, el que nos toca de cerca, que nos propicia a un ser diferente, el que busca un lugar entre el público, el pulmoncito que respira día tras día nuestra cotidianeidad y la pelea para sobrevivir ante el centralismo porteño, refiero  al teatro salteño...

      La historia como nace el teatro salteño es conocida, hasta  vastas antologías  de más de cuarenta años tenemos.  Quiero discutir de aquel teatro que se forma en sus orígenes desde lo interno, de lo que se transfigura de sus propios protagonistas hacia afuera. Lo oculto, sus ribetes, sus protagonistas, sus curiosidades, sus problemáticas y hasta sus misterios. Eso quiero exponer, el teatro de sus protagonistas, de los que quedan y  la memoria de aquellos que no están pero  perduran en las representaciones de nuestra provincia o en las voces de aquellos cercanos amigos  de esos leones que respiraban amor, exhalaban teatro y se abocaban a esta empresa por mas magra que fuese. El teatro se resignificaba y continua así en una eterna constante. Con ese amor que se evoca  día a día…

     Pero, ¿qué protagonismo  tiene la pandemia  en todo esto? ¿Que se pretende? Nada es la respuesta;  es la circunstancia que se nos  presenta para reflexionar sobre una realidad tan extensa como compleja. Una realidad que nos obliga a repensar en esas formas nuevas  para dar cuenta que existimos;  que la cultura en sus diversas manifestaciones  es necesaria para sostener las bases humanas y esta tiene   sus referentes, algunos más contestatarios, otros más ocultos, pero existen. Allí en ese mundo o submundo como se les antoje llamar. Asimismo, hay una historia tan rica en sus adentros que respira y convive con la historia de nuestra salta, el país y del mundo. La pandemia genero eso: el  repensar  nuestras bases (o  las tablas si se pretende ser más bicho del teatro) y percibir las modalidades de esta “nueva normalidad” (más adelante nos expresaremos sobre este término que considero demás). Respirar es  una metáfora más para dar re-significancia a ese “arte de amar” al teatro. Todos estamos sedientos de amor y sin embargo nadie cree que haya algo que aprender de ese amor, ese  respiro que  hacemos  y  ese  motor que fundamenta esas bases…

     Este texto es el preludio de lo que viene… Conoceremos a fondo los que hicieron del teatro salteño un mundo tan exquisito afuera y dentro. Conoceremos anécdotas increíbles y momentos tan difíciles como amistosos pero desde las voces de sus protagonistas. Te animas a respirar conmigo, a ser parte de ese pulmoncito que nos oxigena y nos convoca a vivir teatro salteño, tras bambalinas y cerca de las patas…    

    recact

 

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